miércoles, 23 de diciembre de 2015

Carraci y Caravaggio: el estilo del Barroco

Sesión del Consejo en la Catedral. Autor escuela veneciana segunda mitad del siglo XVI, Se mantuvo en el Museo del Louvre.        Probablemente obra de Domenico Brusasorci Verona.

Hermosillo Sonora, Diciembre 23 de 2015.

El entorno histórico en el que ocurre el Barroco coincide con el proceso de acumulación originaria de capital en Europa. El mercantilismo de los siglos XV y XVI ocurre tras los grandes descubrimientos de nuevas tierras ultramar. El flujo de metales preciosos de América hacia Europa y la importación de especies desde el Lejano Oriente a través de las nuevas rutas se tradujeron en un incremento de circulante, el desarrollo de grupos empresariales poderosos distintos de la nobleza y el clero, así como una serie de cambios en las ciudades y sus sociedades.
 
José Pijoan describió que a mediados del siglo XVI «…la disociación del mundo cristiano era pavorosa. Dinamarca, Noruega, Suecia, Inglaterra, Países Bajos y gran parte de Alemania se habían separado de la Iglesia Romana. Solimán había sometido Hungría bajo el estandarte del Islam y amenazaba las propias puertas de Viena. Los progresos de la Reforma y la corrupción interior hacían cada vez más difícil la situación de la Iglesia Romana, que con el Concilio de Trento (1545-1563) y la recién fundada Compañía de Jesús pretendía imponer un nuevo estilo de combate y afirmar el poder de la catolicidad bajo los generales jesuitas.» (Pijoan, 1979: 9).
 
Se emprendió entonces una nueva pedagogía en la que cobraron relevancia el dogma religioso, la renovación de la Iglesia, la prédica y la oración en común; de esta manera, fue «… necesario basarse en las fuerzas inconscientes y afectivas no racionales. Los hombres de la Contrarreforma comprendieron estas nuevas condiciones de lucha mental y supieron ver que la propaganda debe basarse más en la emoción que en el pensamiento. Por ello desarrollaron el arte religioso barroco: un arte emotivo y teatral, con un gran sentido escenográfico, que se vale sobre todo de la sugestión y el prestigio.» (Ibíd.: 9-10).
 
La Contrarreforma se propuso enfrentar los dificultosos índices de corrupción en el seno de la Iglesia Católica, paliar los efectos del cisma luterano, revitalizar el dogma católico y recuperar el prestigio de la figura papal. Con tal propósito, además de los cambios en términos ideológicos, se impulsó, también, la modernización urbana de Roma, la construcción de nuevas y más funcionales iglesias propicias para la congregación y predicación, y el embellecimiento de los espacios religiosos mediante el patronazgo artístico que, a su vez, aseguraba un medio para cultivar las mentes del pueblo dentro de los principios de la doctrina católica.
 
Miguel Ángel y su obra majestuosa cierran el ciclo del Renacimiento, con él termina la imagen del artista definida por Vasari. La perfección mítica de su arte servirá de ejemplo para los artistas del Barroco, pero desde una perspectiva radicalmente opuesta, fincada en el cuestionamiento a los seguidores del maestro, los manieristas (quienes tratan de seguir la manera de crear del florentino), la reconsideración de la obra de Rafael de Sanzio como diferente al modelo propuesto por Vasari y por consecuencia a la obra de Miguel Ángel, la revaloración plástica del arte medieval, así como el énfasis en la realidad humana en donde se pretende el equilibrio entre idea y naturaleza (Fernández Arenas, 1983: 22-23).
 
En el mundo del Barroco se busca que el arte se convierta en un medio «…eficaz de persuasión, a partir de los tres objetivos del discurso clásico: deleitar, educar y conmover. La novedad consiste en procurar que la fuerza emotiva del arte sea susceptible de control sobre el resultado de su propio discurso, sin que éste pierda un tono de dignidad, de forma tradicional, clásica, aceptada y aceptable.» (Ibíd.: 23).
 
Se considera el Barroco como un estilo artístico vigente desde fines del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVIII. García Ponce de León considera que el Barroco «…concretó su propio lenguaje, ofreciendo diversas soluciones estéticas y formales, como fruto de la sociedad y el espíritu de su tiempo. No es ni contrario ni derivado del Renacimiento: las formas eran las mismas pero cambia su composición.» (García Ponce de León, 2006: 114).
 
Annibale Carracci. Autorretrato, 1580. Catálogo de pinturas removidas de Polonia por la ocupación alemana 1939-1945.
 
Por una parte Annibale Carraci, proveniente de Bolonia, y por otra Michelangelo de Merisi, originario de Caravaggio, cerca de Milán, encarnan dos visiones del nuevo estilo que irrumpe en Roma con aire transformador en la última década del siglo XVI. Annibale, proveniente de una familia de pintores estudiosos el arte Veneciano y seguidores de Correggio, propone una obra excelsa fundada en bases clasisistas, cuyo referente son las pinturas de Rafael de Sanzio. Sin embargo, apunta Gombrich hablando de su Piedad (1599-1600), en contraste con la Crucifixión (1512-1515) del renacentista alemán Mathías Grünewald: «No tenemos más que recordar el atormentado cuerpo del Cristo pintado por Grünewald para darnos cuenta de cuánto cuidado puso Annibale Carraci en no hacernos pensar en los horrores de la muerte y en las agonías del dolor. El cuadro mismo es tan sencillo y armónico en su composición como el de cualquier pintor renacentista. Con todo, no lo tomaríamos fácilmente por un cuadro renacentista. La forma de hacer caer la luz sobre el cuerpo del Cristo, su manera de provocar nuestras emociones, es distinta por completo, es barroca.» (Gombrich, 2011: 391).
 
Annibale Carracci. Pietà. 1599-1600. Óleo sobre tela, 158 x 151 cm. Museo di Capodimonte. Nápoles, Italia.
 
En el caso de la obra de Caravaggio, ésta se forja en un naturalismo realista de manera tal que su sencillez y fácil comprensión para el observador la hacen fundamental en la transmisión del mensaje de la Contrarreforma. Sin embargo, en el temperamental Michelangelo tal naturalismo no se limita, por más cruda o falta de decoro que fuese la realidad plasmada en sus lienzos; si bien, estas libertades del artista redundan en la consistencia de su obra dentro del estilo Barroco, como dice Fernández Arenas: «Algunas de las subversiones al decoro, como muchas obras de Caravaggio, pueden entenderse como juegos conceptuales, de ingenio, susceptibles de integrarse a la estética de su tiempo por su valor lúdico dirigido al delectare.» (Fernández Arenas, 1983: 24). Inclusive, aunque tuviese que representar la fealdad en su obra, lo que a Caravaggio le interesaba, «…lo que él deseaba era la verdad. La verdad tal como él la veía.» (Gombrich, 2011: 392).
 
Michelangelo Merisi da Caravaggio c. 1621 por Ottavio Leoni (1578–1630) Colección de la Biblioteca Marucelliana, Firenze, Italia.
 
El Barroco define una época y se asocia con otras concepciones formuladas en ese tiempo las cuales sirvieron, de alguna manera, a los grupos sociales de la época; se ha propuesto que «El Naturalismo sirvió a la Iglesia como instrumento de la Contrarreforma, el Clasicismo a los intelectuales, el Realismo a la burguesía y el Barroco a la Iglesia triunfante y a los monarcas absolutos.» (García Ponce de León, 2006: 116). Todo ello suma a la definición del Theatrum mundi, a la cual el Barroco aporta tanto delante como atrás del telón de la vida que se nos presenta de manera cotidiana. En alusión a Pedro Calderón de la Barca, se ha dicho que el Barroco representa el mundo como un teatro,

«…los hombres actúan como actores en presencia de Dios Padre y de la corte celestial, la obra que interpretan es su propia vida y el escenario es el mundo. (…) Ser y parecer, ostentación y ascetismo, poder y debilidad: he aquí las constantes antagonistas del período. En un mundo sacudido por los conflictos sociales, las guerras y las luchas de religión el gigantesco espectáculo ofrecía un cierto sostén. La autescenificación del soberano tanto si se trataba del Papa como del Rey, constituía al mismo tiempo un programa político. El ceremonial, las acotaciones de este “teatro universal”, era el espejo de un orden superior, supuestamente de orden divino.» (Toman, 2007: 7).

Michelangelo Merisi da Caravaggio, Entierro de Cristo. Óleo sobre lienzo. 1602-1604. 300 × 203 cm. Museos Vaticanos. Italia.
 
Y el arte del Barroco, tiene un papel fundamental en esta escenificación, pues le toca, además de montar de manera plástica dicha representación, la transmisión al grueso social de un mensaje ideológico y político que interesa a quienes ostentan el poder terrenal y celestial.
 
Fuentes:

Fernández Arenas, José y Bonaventura Bassegoda i Hugas (editores). 1983. Barroco en Europa. Colección Fuentes y Documentos para la Historia del Arte. Barcelona: Editorial Gustavo Gilli.
García Ponce de León, Paz. 2006. Breve Historia de la Pintura. Madrid: Libsa ed.
Gombrich, Ernest H. 2011. La historia del Arte, Decimosexta edición en español. China: Phaidon Press Limited.
Pijoan, José. 1979. “Arte barroco en Italia”. En Historia del Arte, Tomo 8. México: Salvat Mexicana de Ediciones, S. A de C. V. Pp. 9-37.
Toman, Rolf (Editor). 2007. El Barroco. Arquitectura. Escultura. Pintura. China: Ullmann & Könemann.

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