martes, 7 de noviembre de 2017

Hirschman: desarrollo, cooperativismo, participación social y diálogo


Hermosillo, Sonora a 7 de noviembre de 2017.

Proemio

El subdesarrollo y la pobreza son rasgos presentes en la vida cotidiana de los países de América Latina. Son fenómenos estructurales cuyas manifestaciones lacerantes se hacen presentes cotidianamente en los hogares y centros de trabajo de la población. 

La pobreza mata, a ella se asocian graves problemas de desnutrición, condiciones de vida insalubres, faltantes de servicios públicos, déficits en educación y salud, afectaciones al medio ambiente, que, en general, acusan la presencia de amplios sectores de la población que viven en condiciones de pobreza y pobreza extrema.

El estudioso alemán Alberto Hirschman (1915-2012), reconocido analista del desarrollo latinoamericano, consideraba las condiciones de los países latinoamericanos como apremiantes; de igual manera, asumió que las respuestas a esta situación no se limitan sólo al ámbito de la economía; para Hirschman, el análisis de esta realidad implica trascender fronteras disciplinarias y buscar una perspectiva integral de estos fenómenos.

Hirschman sostenía que en la búsqueda de una mejor calidad de vida de la población no solo debe examinarse «…el crecimiento económico sobre el bienestar individual, sino también su contribución al mantenimiento y reforzamiento de una sociedad democrática libre» (Hirschman, 1996: 96-97), incluso, el crecimiento económico tendrá que vincularse a los avances sociales y en el ámbito ecológico.
 
Ignacio "Nacho" López. Campesino leyendo un periódico. 1949

Desencuentros con el Neoliberalismo

Desde la década de los setenta se introdujeron las políticas neoliberales en la estrategia de desarrollo de los países del continente. Impulsadas por los gobiernos de Margaret Thatcher en Reino Unido y de Ronald Reagan en Estados Unidos, se convirtieron en las recetas más recurrentes con las que se prometió dar una orientación “realista” al desarrollo de la región; las políticas macroeconómicas recomendadas se centraron en la preminencia del mercado sobre el papel del Estado como responsable de dar dirección al desarrollo nacional, a ello se sumó la eliminación restricciones y regulaciones al comercio internacional de manera que la globalización y regionalización de los mercados se convirtieran en el nuevo escenario del avance del capitalismo.

Sin embargo, estas medidas han tenido magros resultados. De acuerdo con Stiglitz (2003), el Consenso de Washington se centró en asuntos económicos y no puso atención a temas tan relevantes como la pobreza, la cual se vio agravada durante este periodo con las medidas impulsadas por dicho Consenso.

Hirschman reconocía que la interacción entre los procesos económicos y aquellos de orden social es la tarea principal que se tiene que atender, puesto que a medida que la sociedad «…crea nueva riqueza, genera también problemas de creciente desigualdad y declinación regional o sectorial que a menudo son injustos o se resienten como tales…» (Hirschman, 1996: 257), y más cuando la atención solo se presta a las políticas macroeconómicas, en detrimento de los demás aspectos de la vida social.

A ello se suma el “desencuentro”, como lo define Hirschman, entre quienes promovieron las prescripciones del Consenso de Washington y los países latinoamericanos, el cual se reflejó en prédicas impuestas cuya práctica tuvo resultados contraproducentes. En este sentido, apuntó Hirschman: «…todos los grandes deudores latinoamericanos han debido experimentar la dolorosa contracción del periodo reciente, esto se debió precisamente a la operación irrestricta del libre mercado internacional de fondos prestables en los años anteriores a la crisis de la deuda de 1982.» (Hirschman, 1996: 217)

Ignacio "Nacho" López. Sin título. 1950
 

Cooperación y diálogo

El diálogo como forma de solución de problemas y de búsqueda de mejores condiciones de vida está latente en el discurso de Albert O. Hirschman. Reconoce que el ser humano tiene como fin encontrar la felicidad y el bienestar y que para ello recurre a acciones que van desde las de naturaleza más privada a aquellas en donde el sentido de lo público dicta las pautas de comportamiento.

Por su experiencia en diversos países del continente, Hirschman colocó en un lugar especial a la cooperación para el desarrollo como un factor fundamental para resolver muchos de los problemas que cotidianamente aquejan a su población. Advierte que uno de las consecuencias positivas de esta dinámica social organizada se manifiesta en lo que llama las secuencias invertidas del desarrollo; éstas se refieren a «…ciertos pasos adelante, que en general se consideran tan indispensables como los primeros pasos de alguna secuencia de desarrollo pueden, en cambio, ser considerados como segundos o terceros pasos. De requisitos y claves para cualquier progreso, estos pasos quedan reducidos a efectos, provocados por otros pasos que, según resulta, pueden poner las cosas en marcha.» (Hirschman, 1986: 13)

A manera de ejemplo, reconoce que, de manera palpable se puede tomar a la educación como un elemento de secuencia de desarrollo invertido (Hirschman, 1986: 20-23), ya que de manera incuestionable se concibe que la educación opera como propulsor del desarrollo, es una causa que produce muy variadas consecuencias positivas, como la generación de capacidades para el trabajo colaborativo; pero, también, en otro momento, cuando el trabajo colaborativo entra en acción, se puede advertir que la educación podría ser la consecuencia del desarrollo, precisamente del trabajo colectivo como el que se fomenta en las cooperativas estudiadas por Hirschman, donde se propicia la solidaridad, el espíritu de cuerpo y el sentido del bienestar colectivo.

De las experiencias del cooperativismo latinoamericano Hirschman reconoce diversas secuencias notables a favor de la participación y la colaboración para el desarrollo. Entre ellas se pueden apreciar la transferencia de habilidades, conocimientos y valores; el fomento del espíritu de empresa que ocurre entre los cooperativistas; diversas formas de solidaridad, incluso la amistad; la vinculación con otros proyectos y organismos comprometidos con el interés público; servir como ejemplo para la multiplicación de otras experiencias; la suma de esfuerzos para la generación de bienes colectivos que tienen consecuencias privadas en cuanto al bienestar de las personas y familias involucradas y consecuencias públicas expresadas en el desarrollo de la comunidad; entre otros muchos beneficios. Los efectos más más allá de la dimensión económica del desarrollo, se verifican en la vida social, política, ética, religiosa y en la relación que los involucrados tienen con su entorno.

En el lenguaje de Hirschman, se puede afirmar que del trabajo colaborativo pueden resultar efectos directos e indirectos hacia atrás y hacia adelante en la relación insumo-producto, pero también se producen efectos laterales en las personas y familias participantes, en el contexto empresarial, en el ámbito de la economía de la región y, en general, en su autoestima y en el reconocimiento social que llega a darse. En este caso las “economías de escala” se multiplican y operan positivamente sobre el desarrollo social.
 
Tina Modotti. Hombres leyendo El Machete. 1929
 
Conclusión

Las experiencias latinoamericanas que vivió sirvieron a Hirschman como argumentos convincentes para refutar lo que denominó el complejo al fracaso o fracasomanía. Dicho fenómeno, consideraba, se debe a la tendencia de los latinoamericanos por considerar que muchos de los programas sociales, por naturaleza, están destinados al fracaso, actitud que en buena medida es origen de la reproducción de otros fracasos reales. Como resultado del análisis que Hirschman hizo de los éxitos del cooperativismo surgió la propuesta del Principio de conservación y transformación de la energía social, fundamental como argumento contra el complejo de fracaso. Al respecto, apuntó:

«Si no se perciben las manifestaciones del principio, parecería que un movimiento social que no logra su objetivo predeterminado —como el movimiento de reforma agraria en Colombia— constituye un fracaso absoluto. Pero hay que modificar este juicio, al menos parcialmente, después de comprender que las energías sociales generadas en el curso de dicho movimiento no desaparecieron, aunque el movimiento en sí se desvaneciera. Estas energías se mantuvieron, como si estuvieran almacenadas por un tiempo, y quedaron disponibles para servir de aliciente a otros movimientos, quizá muy diferentes. Por lo tanto, en términos reales debe considerarse que el movimiento original fue el causante de los progresos o éxitos obtenidos por los movimientos posteriores: no se puede seguir considerándolo un fracaso total.» (Hirschman, 2007: 20)

Estas reflexiones brindan la posibilidad de comprender caminos alternativos a los del modelo de desarrollo seguido en las últimas décadas. La participación y colaboración en colectivo rinden frutos considerables y edificantes. Sus efectos son tangibles e intangibles.

Como lo apunta Cipriano Sánchez García, «La grandeza del hombre se revela en su capacidad de transmitirle a las generaciones futuras los beneficios de su actuar conjuntamente. Cada generación se sostiene sobre los cimientos espirituales de la participación solidaria.» (Sánchez García, 2016: 85) De esta manera se fomentan estrategias que sirven a la sociedad para producir los bienes y servicios para su reproducción material, al tiempo que estas acciones generan confianza, responsabilidad y solidaridad.
 

Referencias 

Hirschman, Albert O. 1986. El avance en colectividad. Experimentos populares en la América Latina. Sección de Obras de Economía. Cd. de México: Fondo de Cultura Económica.
Hirschman, Albert O. 2007. “El principio de transformación y conservación de la energía social”. Economía y Desarrollo. Agosto 2007, vol. 6, n° 1. Bogotá: Universidad Autónoma de Colombia. Pp. 13-21.
Hirschman, Albert O. 1996. Tendencias autosubversivas. Ensayos. Sección de Obras de Economía contemporánea. Cd. de México: Fondo de Cultura Económica.
Sánchez García, Cipriano. 2016. Construcción de comunidad en tiempos posmodernos. Dos polacos en diálogo: Zigmunt Bauman y Karol Wojtyla. Cd. de México: Siglo veintiuno editores.
Stiglitz, Joseph E. 2003. “El rumbo de las reformas. Hacia una nueva agenda para América Latina”. Revista de la CEPAL, agosto, 2003. Santiago de Chile: Naciones Unidas. Pp. 7-40.
 

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